23 Tres veces por año todos tus varones aparecerán ante el Señor, El Eterno, Dios de Israel. 24 Pues expulsaré a las naciones de ante ti y ensancharé tu frontera; ningún hombre deseará tu tierra cuando subas a aparecer ante El Eterno, tu Dios, tres veces al año. (Ki Tisá 34)
Explican los Sabios que no todas las personas debían peregrinar hacia Jerusalém para las fiestas, sino solo las personas que poseían campos en Israel.
Los “campos” pueden hacer olvidar a la persona del Eterno, pensando que solo por habilidad personal tuvieron la dicha de obtener bienes. Por eso debían, los dueños de los campos, dirigirse a Jerusalém para recordar que en esencia Hashem es el dueño de las tierras.
Hashem expulsó a las naciones para entregar la tierra al pueblo de Israel, y todo el tiempo que su comportamiento sea el correcto, nadie “deseará la tierra”, pudiendo el pueblo de Israel usufructuar de sus beneficios sin ningún temor.
El verdadero dueño de campo, el verdadero poseedor de la tierra, es el que tiene la habilidad de saber que en realidad no es “dueño”, siendo el dueño de la tierra El Eterno, debiendo la persona indagar en sus actos constantemente para que no se le adhiera la vanagloria de pensar que algo le pertenece al desconectarse del Eterno.
Los Sabios explican que la persona que no bendice por los alimentos que ingiere está robando, ya que toda la tierra le pertenece al Eterno, debiendo pedir permiso y agradecimiento por el consumo de alimentos y otros beneficios constantemente.
Explican los Sabios que no todas las personas debían peregrinar hacia Jerusalém para las fiestas, sino solo las personas que poseían campos en Israel.
Los “campos” pueden hacer olvidar a la persona del Eterno, pensando que solo por habilidad personal tuvieron la dicha de obtener bienes. Por eso debían, los dueños de los campos, dirigirse a Jerusalém para recordar que en esencia Hashem es el dueño de las tierras.
Hashem expulsó a las naciones para entregar la tierra al pueblo de Israel, y todo el tiempo que su comportamiento sea el correcto, nadie “deseará la tierra”, pudiendo el pueblo de Israel usufructuar de sus beneficios sin ningún temor.
El verdadero dueño de campo, el verdadero poseedor de la tierra, es el que tiene la habilidad de saber que en realidad no es “dueño”, siendo el dueño de la tierra El Eterno, debiendo la persona indagar en sus actos constantemente para que no se le adhiera la vanagloria de pensar que algo le pertenece al desconectarse del Eterno.
Los Sabios explican que la persona que no bendice por los alimentos que ingiere está robando, ya que toda la tierra le pertenece al Eterno, debiendo pedir permiso y agradecimiento por el consumo de alimentos y otros beneficios constantemente.
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