“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento” (Eclesiastés 12, 1)
Explican los Sabios que si la persona en su “juventud”, no se “acuerda el Creador”, vivirá sus años de ancianidad, “sin alegrías”.
El motivo es que cuando la persona es mayor, tiende a “apagarse” el “hervor sanguíneo”, y si no se ocupa en la juventud de servir al Eterno, vivirá deprimido sin saber que hacer, envidiando a los jóvenes que si pueden disfrutar. Esto en definitiva lo llevará a la locura y a todo tipo de males.
Pero quien sirve al Eterno de joven, en su vejez, cuando el corazón se aplaca, podrá vivir alegremente pudiendo servir al Eterno de manera más elevada, capitalizando los años de sabiduría adquirida.
La vejez que viene con servicio al Eterno en la juventud, trae dignidad, pero la vejez que viene luego de procurar llenar los deseos más bajos durante la vida, atrofia a la persona, y trae mucho mal al mundo. (La palabra “Zekenim” ancianos, tiene las mismas letras que “Nezikim”, percances).
Explican los Sabios que si la persona en su “juventud”, no se “acuerda el Creador”, vivirá sus años de ancianidad, “sin alegrías”.
El motivo es que cuando la persona es mayor, tiende a “apagarse” el “hervor sanguíneo”, y si no se ocupa en la juventud de servir al Eterno, vivirá deprimido sin saber que hacer, envidiando a los jóvenes que si pueden disfrutar. Esto en definitiva lo llevará a la locura y a todo tipo de males.
Pero quien sirve al Eterno de joven, en su vejez, cuando el corazón se aplaca, podrá vivir alegremente pudiendo servir al Eterno de manera más elevada, capitalizando los años de sabiduría adquirida.
La vejez que viene con servicio al Eterno en la juventud, trae dignidad, pero la vejez que viene luego de procurar llenar los deseos más bajos durante la vida, atrofia a la persona, y trae mucho mal al mundo. (La palabra “Zekenim” ancianos, tiene las mismas letras que “Nezikim”, percances).
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