“…yo me regocijo en El Eterno. Que se terminen los pecados de la
tierra, y que no haya inicuos más.” (Salmo 104)
Explican los Sabios: Servir al Eterno con alegría es de lo más difícil,
y a la vez de lo más sagrado.
Cuando la persona se “regocija en El Eterno”, reconociendo que Dios
maneja el mundo con misericordia y justicia, deja de pecar, “Que se terminen
los pecados de la tierra”, ya que el pecado surge cuando uno se olvida del
Eterno.
Corresponde a la persona vivir con alegría apreciando las bondades del
Eterno, y de esta manera no caerá en la trasgresión.
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