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lunes, 23 de junio de 2008

EL ORIGEN DE LA ANGUSTIA

Acabamos de recibir la Torá, en la hermosa fiesta de Shabuot…¿Y ahora qué viene?

Un famoso Rebe jasídico luego de la fiesta de Shabuot despedía a sus discípulos con las siguientes palabras: “Hemos pasados días preciosos, llenos de algarabía y elevación espiritual, pero no se olviden que después de dicha elevación nuestros antepasados hicieron el becerro de oro…”

Hay que tener mucho cuidado porque luego del éxtasis espiritual, podemos caer en la idolatría sin darnos cuenta.

La semana posterior a la fiesta de Shabuot leíamos en la Torá, sobre la queja de nuestros antepasados en el desierto y el enojo divino. ¿De qué se quejaron? La Torá no dice a ciencia cierta el origen de sus reclamos, lo que si sabemos según unos versículos previos al motín, la Torá nos relata que el pueblo se había ido del Sinaí, del monte de Hashem, del lugar donde días previos se había entregado la Torá.

El alejamiento de la verdad produce angustia y se ve reflejada en la queja. Por todos los medios tratará el mal de apartarnos de la verdad trascendente para perturbarnos de nuestra misión y oscurecer nuestro camino, porque en realidad aquella persona que se aferra a la Torá y sus consejos, nunca caerá en la incertidumbre y en la queja típica del mundo materialista.

Es real que la persona tiene desafíos que perturban su existencia pero debe el ser humano ser obstinado en no caer en el camino de la mentira y perder su porción en lo eterno y trascendente, porque quién va a ser tan tonto de cambiar lo perdurable por lo pasajero.

No debemos desanimarnos pensando que la meta es muy complicada ya que estas son artimañas del mal para alejar a la persona de su objetivo. Cada Mitzva que hacemos, cada plegaria en la que nos dirigimos a Hashem es eterno y trascendente y esto es lo que queda del ser humano.

Por eso nos previnieron nuestros grandes maestros de no alejarnos de la Torá e incluso que ya hemos recibido la misma hace algunos días atrás debemos tener cuidado de no escaparnos como hicieron nuestros antepasados, dejando que su verdad se impregne en nosotros. Esto dará origen a que la felicidad se instale en nosotros y en los que nos rodean, sin quejas, sin becerros de oro, por el camino sagrado de la Torá.

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