“Por lo tanto, así dice El Eterno a la casa de Iaacov que redimió a Abraham…” (Isaías 29, 22)
Cuenta la Torá que Abraham le entregó a Efrón cuatrocientas monedas de plata para poder enterrar a su esposa. Explican los Sabios que de las “cuatrocientas monedas” se desencadenó los “cuatrocientos soldados” de Esav que quisieron atacar a Iaacov. Como está escrito: 1 Iaacov alzó la vista y vio que llegaba Esav, y con él, cuatrocientos hombres… (Vaishlaj 33)
El final fue que Esav besó a Iaacov, “redimiendo” de este modo, las “cuatrocientas monedas” de Abraham.
Cuando Hashem creó el mundo hizo que salieran del Edén cuatro ríos, como está escrito: 10 Un río salía del Edén para regar el jardín y de allí se dividía formando cuatro brazos (Bereshit 2)
El “Edén” alude al máximo de santidad. Hashem hizo que saliera de dicha santidad, “cuatro vertientes”. De dichas vertientes se originó la maldad, “Esav”, siendo rectificado por Iaacov.
De los “cuatrocientos” de Abraham, quien pretendió originar algo sagrado, se desencadenó algo totalmente profano, los “cuatrocientos soldados de Esav”.
Entonces fue Iaacov quién fue capaz de redimir a Esav, haciendo que vuelva los “cuatros brazos del rió que se originan en el Edén” a la santidad.
Cuenta la Torá que Abraham le entregó a Efrón cuatrocientas monedas de plata para poder enterrar a su esposa. Explican los Sabios que de las “cuatrocientas monedas” se desencadenó los “cuatrocientos soldados” de Esav que quisieron atacar a Iaacov. Como está escrito: 1 Iaacov alzó la vista y vio que llegaba Esav, y con él, cuatrocientos hombres… (Vaishlaj 33)
El final fue que Esav besó a Iaacov, “redimiendo” de este modo, las “cuatrocientas monedas” de Abraham.
Cuando Hashem creó el mundo hizo que salieran del Edén cuatro ríos, como está escrito: 10 Un río salía del Edén para regar el jardín y de allí se dividía formando cuatro brazos (Bereshit 2)
El “Edén” alude al máximo de santidad. Hashem hizo que saliera de dicha santidad, “cuatro vertientes”. De dichas vertientes se originó la maldad, “Esav”, siendo rectificado por Iaacov.
De los “cuatrocientos” de Abraham, quien pretendió originar algo sagrado, se desencadenó algo totalmente profano, los “cuatrocientos soldados de Esav”.
Entonces fue Iaacov quién fue capaz de redimir a Esav, haciendo que vuelva los “cuatros brazos del rió que se originan en el Edén” a la santidad.
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