30 El Faraón se levantó de
noche, él y sus siervos y todo Egipto, y hubo un gran clamor en Egipto, pues no
había casa en la que no hubiera un muerto. 31 Él llamó a Moshé y a Aarón de noche y les dijo: Levantaos, idos
de mi pueblo, también vosotros, también los Hijos de Israel; ¡id y servid a El
Eterno, tal como habéis hablado! (Bo 12)
Explican los Sabios que todas
las plagas produjeron en el Faraón una gran confusión y arrebato, sacándolo de
su confianza y determinación, para
posibilitar dejar salir al pueblo de Israel.
Solo al final de las plagas,
el Faraón se dirige a Moshé desesperado para que se vayan de una vez por todas.
En contraposición Moshé con calma y tranquilidad le comunica que solo al mediodía
del día siguiente se irían de Egipto, por la puerta grande y no como ladrones
de noche.
La Torá dice que ningún perro
ladró a la salida de Egipto, ya que solo los perros ladran al sentir alboroto,
pero el pueblo salió de Egipto con suma tranquilidad y fe.
De esto se deduce que la
verdadera “salida de Egipto” diaria es la tranquilidad y fe, mientras que la
desesperación y desconfianza corresponde al “Faraón”.
Los pecados y sus seguidas
reprimendas producen en la persona falta de estabilidad emocional, mientras que
la Torá y su camino traen a la persona paz y armonía emocional.
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