“Tu has convertido mi duelo
en danza, has desatado mi cilicio y me has ceñido de alegría. Por ello mi alma
cantará a Ti y no callará…” (Salmo 30, de las plegarias)
Explican los Sabios: Al
meditar la persona de lo lejos que se encuentra del Creador, y cuan vulnerable
es a la transgresión, lógicamente el corazón de uno se apena.
Pero por otro lado, al
meditar la persona sobre privilegio que tiene
de tener un contacto con lo supremo, el corazón de uno se debe llenar de alegría.
Por eso “el duelo se
convierte en danza”, en el momento de la plegaria. Previo a la plegaria cada
uno es conciente de lo lejos que está de la verdad, pero en la plegaria, donde
se afianza el contacto con lo divino, el corazón cambia de la tristeza a la
alegría, sabiendo que El camino espiritual es lo único que le puede dar a la
persona verdadera felicidad.
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