“Alaben ellos el Nombre del
Eterno, porque Su Nombre es sublimemente trascendental; solo su brillo está
sobre la tierra y el cielo. El relazará la gloria de Su pueblo, incrementará la
alabanza de todos Sus fieles, los hijos de Israel, el pueblo cercano a El…”
(Salmo 148, de las plegarias)
Explican los Sabios que en el
momento de la plegaria, la persona tiene que meditar sobre el mundo y el alma.
El mundo es tan solo un
brillo que emana del Eterno, como un rayo que emana de la gran fuente que es el
sol, “solo su brillo está sobre la tierra y el cielo”. Mientras que el alma está
en cercanía directa al Eterno, “el pueblo cercano a El”.
La persona malgasta su tiempo
en correr desmedidamente detrás del sustento, siendo en realidad las cosas de
este mundo algo secundario al Eterno, tan solo un brillo, dejando las cuestiones
importantes relegadas a segundo plano.
Si uno seria conciente de que
en realidad la persona es “cercana” del Eterno, solo debería pedirle asistencia
a El, incrementando en lo espiritual.
Cuando una persona necesita
hacer un trámite, todo se vuelve más fácil cuando hay un “cercano” que puede
ayudar, no perdiendo tiempo en recurrir a subalternos o comandados.
Lo mismo sucede en el carácter
espiritual. La persona solo tiene que “caer en gracia” al “cercano”, pudiéndole
conceder todo lo que necesita.
Es en el momento de la plegaria
en donde la persona tiene que reflexionar sobre cuan próximo está al Eterno,
debiendo decidir invertir en lo
espiritual, no perdiendo tiempo en cosas secundarias.
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