“Un Salmo, una Canción de la Inauguración de la Casa , por David. Te ensalzo,
Eterno, porque Tu me has elevado, y no has permitido a mis enemigos alegrarse
por causa.” (Salmo 30, de las plegarias)
Explican los Sabios: Los
ángeles celestiales alegaron en contra del pueblo de Israel sobre su mérito de
recibir la Torá ,
argumentando que sus pecados son tantos que no merecen la grandeza de la Torá.
Pero al ver los ángeles que
El Eterno ordenó al pueblo sobre la construcción del Santuario en el desierto
luego del pecado del becerro de oro, se dieron cuenta que El Eterno está con el
pueblo de Israel, incluso luego del pecado.
Por eso con cada pecado la
persona forma “enemigos”, ángeles acusadores, que intentan dañarla. Pero cuando
la persona se “eleva”, asistiendo a la “Casa del Eterno”, a las sinagogas y
casa de estudio de la Torá ,
y no solo que va, sino que se “alegra”, “una Canción de la Inauguración de la Casa ”, destruye a los
enemigos, trayendo salvación a su vida, y a la vida de su familia.
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