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jueves, 19 de junio de 2008

Alegría y simpleza

Unos de las bases del judaísmo es hacer las cosas con alegría y de la mejor manera posible

Se cuenta que le preguntaron a Eliahu, el profeta: ¿Qué mérito tuvo Dévora, la profetiza, para hablar en nombre de Hashem e incluso juzgar al pueblo habiendo tantos grandes sabios que no tuvieron tamaño honor? ¿Fue su sabiduría, o sus facultades? Contestó: De ningún modo. Su mérito fue que preparaba gruesas mechas para el candelabro del Beit Hamiksdash para que su marido pueda estudiar Torá toda la noche a su luz, sin dificultad. Hashem dijo: “Devora, Por cuanto que has aumentado mi luz Yo aumentaré tu luz e iluminarás a todo Israel”.

Ella no sobresalió por su estudio de Torá, ni siquiera hizo un acto que demande gran sacrificio, sino, que realizó una virtuosa acción con todo su corazón para que los demás estudien la Torá de Hashem.

Esta es la enseñanza: La persona debe procurar en todo lo que haga, aumentar la gloria de Hashem y ser un canal que por su intermedio irradie la luz en el mundo, de este modo el espíritu de Hashem reposará en nuestros corazones, con alegría y amor.

Otro relato nos cuenta el Talmud: “En la ciudad de Abaie, habia un doctor llamado Aba Umna, el cual recibía todos los días saludos desde el cielo por intermedio de una voz que desde allá provenía. En contraposición, Abaie, gran sabio talmúdico y decano de la Ieshiva, recibía dichos saludos una vez a la semana. El indagó y desde lo alto le respondieron: “Tu no puedes hacer los actos que el hace”.
¿Qué hacia Aba Umna? Cuando tenia que realizar alguna intervención solía separar los hombres de las mujeres, además tenia una caja a la salida donde el que tenia la posibilidad de pagar depositaba los honorarios del tratamiento en el interior de la caja y el que no tenia no se avergonzaba por no poner. A los Sabios no les cobraba e incluso les daba de su propia plata para que se compraran algo para comer y restablecerse.
En una oportunidad, Abaie mandó a un emisario para que indague en el proceder de este doctor. El profesional ofreció a los recién llegados alimentos, y estadía completa para pernoctar. Al otro día los emisarios tomaron las frazadas de Aba Umna y salieron al mercado a venderlas, en el camino encontraron a Aba Umna y le preguntaron: ¿Cuál es el valor de estas frazadas, para poder venderlas? Les contesto a ellos: Tanto y tanto pagué por ellas. Los emisarios le preguntaron: ¿No te das cuenta que la frazada es tuya, acaso no sospechas de nosotros? De ningún modo, les respondió, pensé que los sabios necesitan hacer alguna Mitzva y necesitan plata, no tienen que devolvérmela porque la doy en Tzedaka”.

Pensemos: ¿Aba Umna era un gran sabio, su potencial era algo único? Nada de eso, lo que rescata el Talmud era como el cumplía con su trabajo honradamente, cuidaba el pudor, era bondadoso, honraba a los sabios y juzgaba a la gente favorablemente.
El procuraba hacer lo que estaba a su alcance con alegría y dedicación, el estaba feliz haciendo su misión.

Esto debe orientarnos a nosotros, y saber que el camino no es intricado sino, por el contrario, debemos hacer las cosas de todos los días de la mejor manera posible con entusiasmo y simpleza.

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