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miércoles, 25 de agosto de 2010

CIUDAD Y CAMPO

1 Si se hallare un cadáver caído en el campo y no se sabe quién lo atacó en la Tierra que te da El Eterno, tu Dios, para que la poseas… (Shoftim 21)

Explica el Rebe: Hay dos tipos de tareas: Esta la tarea en la “ciudad”, la tarea de lo sagrado, y la tarea del “campo”, involucrándose con las cosas de este mundo para transmitirles santidad.

Frecuentemente al tener contacto el alma con las cuestiones relacionadas con el “campo”, pierde el rumbo, y “cae”. Entonces:

2 tus ancianos y jueces saldrán y medirán la distancia que hay hasta las ciudades que hay alrededor del cadáver. (Shoftim 21)

Los “anciano y jueces”, el alma debe “salir” hacia las cuestiones del mundo, tomando cartas en el asunto, ya que en definitiva este es el objetivo, refinar la materia, “elevar al caído”.

7 Hablarán y dirán: Nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron. 8 Expía por Tu pueblo Israel que redimiste… Entonces la sangre será expiada para ellos. (Shoftim 21)

El alma debe decir: “Nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron”: La naturaleza del alma está por encima de todo pecado, por eso “no es el alma que derramó la sangre” y no es el alma la que “ve” el pecado.

Es decir que toda la intención de que aconteció la “caída”, es justamente para revelar y manifestar el alma, hasta llegar a la conclusión de que la persona en esencia está por encima de todo mal.

Y al llegar a ese nivel de pureza del alma, por arriba de todo pecado, se logra expiación, “entonces la sangre será expiada para ellos”, ya que se toma conciencia de que en realidad uno está por encima de toda caída.

Solo el alma puede “elevar al cuerpo de su caída”, cuando se asume la supremacía del alma sobre el cuerpo.

De Hashem vienen incluso los tropiezos, ya que en el momento de la caída no se presta atención de la grandeza y poderío del alma, debiendo uno tropezar hasta darse cuenta de que en esencia uno no es un mendigo sino un rey, siendo indigna toda caída.

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