1 La vida de Sara fue
cien años, veinte años y siete años; los años de la vida de Sara. 2 Sara
murió en Kiriat Arba, que es Jebrón, en la tierra de Canaán; y Abraham fue a
panegirizar a Sara y a llorarla. (Jaiei Sará 23)
Explican los Sabios: Paradójicamente,
Sará comenzó a vivir luego de su “muerte”.
Naturalmente la gente nace,
vive y muere, pero los Tzadikim, anticipan la “muerte” a la vida, en el sentido
de su humildad, eligiendo muchas veces la humillación, que lleva luego a la
larga a la trascendencia, a la verdadera vida.
Por lo general a las personas
no les gusta perder, resignar. Esto significa que “viven” para luego “morir”,
pero la gente piadosa sabe resignar y dejar pasar por alto, es por eso que la “muerte”
los conduce a la “vida”.
Es por eso que el nombre de
la sección en cuestión es “Jaiei Sará”, la vida de Sará, siendo el tema central el deceso de la matriarca, ya
que en la “muerte” se ve la “vida”.
El patriarca Abraham adquiere
el terreno para sepultar a su muerto, de las manos de “Efrón”. Explica la Kabalá
que “Efrón” proviene de la palabra hebrea “Afár”, que significa “polvo de la tierra”.
El polvo de la tierra es
humilde “dejándose pisar”, pero justamente de la tierra es de donde crecen los
vegetales.
El primer hombre al
desobedecer al Eterno en el Paraíso, tuvo que volver al “polvo de la tierra”,
ya que no tuvo sumisión, pero hubieron Tzadikim, como Elihau el profeta, que
por su humildad, no tuvieron que degustar la muerte, el “polvo de la tierra”,
subiendo vivos al cielo, ya que ellos mismos eran “como el polvo de la tierra”,
refinando su carácter al punto de no merecer la muerte física. Ellos “morían”,
para luego vivir eternamente.
Abraham “adquirió” de “Efrón”
la virtud del “polvo de la tierra”, sabiendo que a través de la humildad uno
puede trascender.
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