4 Pero vosotros que se apegan
a El Eterno, vuestro Dios, estáis todos
vivos hoy. (Vaetjanán 4)
Los Sabios advierten una
aparente contradicción: ¿Cómo es posible “apegarse” al Eterno, y seguir con “vida”?
¿Cómo le es posible a un ser vivo apegarse a lo ilimitado del Eterno y permanecer
en la tierra, sabiendo que el hombre no es recipiente para acercarse a su
intensa energía que va más allá de lo natural?
A través de la Torá y los
Preceptos, la persona puede “apegarse” al Eterno, y saber cuando y como
canalizar la energía espiritual de modo que sea favorable al mundo.
El Eterno creó al mundo no
para el desastre, sino para ser habitado, y esto se logra por intermedio de los
Mandamientos. El Eterno exige apego, y a la vez compromete a la persona a
canalizar positivamente toda la energía espiritual correctamente en el ámbito
de la materia.
La Kabala explica que antes
de este mundo existió un mundo anterior, el cual se destruyó, ya que reinaba el
caos, mientras que al crear el mundo que se conoce, pretende El Eterno que
reine la paz, aprendiendo a interactuar entre los fuertes poderes espirituales y
materiales.
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