“Todos los sirvientes del rey
a la entrada del palacio tendrían que arrodillarse y postrarse ante Hamán, pues
esto era lo que el Rey había ordenado a todos los que hicieran. Pero Mordejai
no se arrodillaba y no se postraba”. (Ester 3)
Dice el Midrash: “Hamán le
preguntó a Mordejai: ¿Por qué no te arrodillas ante mi, si tu abuelo (Iaacov)
se arrodilló ante mi abuelo (Esav)? Le contestó Mordejai: Mi abuelo (Biniamín)
no se arrodilló ante tu abuelo (Esav), ya que todavía no había nacido”.
Incluso si Biniamín hubiera
estado con vida en ese encuentro entre los dos hermanos, nadie se hubiera arrodillado ante Esav, ya que
Biniamín es la perfección de la fe, siendo el último hijo de Iaacov, quien
completo la sagrada fe de Israel.
“Esav, Hamán”, argumentan que
su fuerza tienen más poder que “Iaacov”, y por eso debe “Iaacov” arrodillarse
ante ellos, pero en realidad, El Eterno es más poderoso que todas las fuerzas
existentes, ya que en definitiva El creó todo, y según este concepto es “Esav,
Hamán” los que tienen que arrodillarse ante Israel.
Los Tzadikim de la talla de “Biniamín,
Mordejai”, tienen dentro de ellos la fuerza del Eterno, y no se arrodillan ante
la perversidad.
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