7 Y El Eterno Dios formó
al hombre de polvo de la tierra… (Bereshit 2)
Explica la Kabala que de este
versículo se aprende que el hombre fue creado con dos fuerzas. La fuerza de la
bondad, y la fuerza del rigor.
“El Eterno”, hace alusión a
las fuerzas del bien, mientras que “Dios” hace alusión a las fuerzas de la
severidad.
El Eterno no creó a la
persona para que sucumba ante el mal, sino que creó al hombre para que el mal,
que en realidad es el rigor, haga progresar a la persona.
El instinto del mal es la
fuerza que inclina a la persona hacia los deseos, depende de la persona
encausar el deseo de modo que le sirvan a cumplir su misión en este mundo. Es decir
que a partir de las fuerzas del deseo la persona pueda superarse, deseando
cosas positivas.
Así esta escrito: “Si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer pan… Y El Eterno te recompensará” (Proverbios 25: 21, 22)
Explican los Sabios: El “enemigo”
de la persona son las fuerzas del mal que quieren destruirla. Pero la persona
tiene que darle “pan a su enemigo”.
“Pan” en hebreo se dice “Lejem”,
y se relaciona con “miljama”, “guerra”. Es decir que cuando la persona está
sometida por las fuerzas del mal, solo tiene que “guerrear”, en el sentido de
estudiar Torá, a través de la pregunta y la respuesta, “guerreando” entre una hipótesis
y otra hasta llegar a la conclusión.
Actuando de tal manera, “El
Eterno te recompensará” haciendo que el rigor ayude a la bondad, haciendo del “enemigo”
un amigo.
Dice la Torá: “y Él bendecirá vuestro pan y vuestra
agua, y quitará la enfermedad de entre vosotros”. (Mispatim, 23, 25)
Explican los Sabios: El “pan”
hace alusión a la Torá. El pan, el alimento, une el alma con el cuerpo. “Enfermedad”,
es la fuerza del mal, que trae desequilibrio en la persona, manifestándose
dicho desequilibrio en una enfermedad.
Pero cuando El Eterno “bendice
al pan”, cuando la Torá es estudiada correctamente, uniendo bondad con
severidad, entonces, no hay
enfermedades, ni desequilibrios, “y quitará la enfermedad de entre vosotros”.
En tal caso las fuerzas del
mal, que en definitiva son las fuerzas del rigor, ayudan a la persona para
lograr plenitud.
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