“Disculpa, Padre nuestro, pues hemos pecado; perdónanos, Rey nuestro
pues hemos trasgredido” (De las plegarias)
En referencia al “pecado” (inadvertido), El Eterno es “Padre”,
mientras que en referencia a las “transgresiones” (a conciencia), El Eterno es “Rey”.
Explican los Sabios: La naturaleza es que un padre se apiada de su
hijo. Los “pecados”, son aquellos errores inadvertidos.
Por eso El Eterno al ser “Padre” tiene la capacidad de perdonar todos
los errores, ya que en definitiva fueron realizados de manera inconciente, y un
padre perdona la inmadurez de su hijo.
Las “transgresiones” son los errores a conciencia. Un rey exige
compromiso y conciencia, pero aún así se pide clemencia, incluso se haya errado
advertidamente, ya que El Eterno es un “Rey clemente”.
El Eterno tiene la capacidad de perdonar, e incluso, como dice el
Talmud, transformar las transgresiones en méritos, cuando uno retorna a El de
todo corazón.
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